9/11/07

Nostalgia # 3

Sentada aquí en el borde de mi ventana pienso en mis hijos. 
Los veo a todos, donde quiera que estén y juego con ellos, con sus vidas, por horas enteras, 
mientras bebo té de limonaria para calmar los nervios. 
A veces simplemente fumo un cigarrillo y entonces mis hijos se amontonan en grandes grupos allá en el fondo de mis recuerdos.
El té se enfría demasiado pronto, lo cual es una lastima. Hay días en que exijo una taza más pequeña, porque la grande no conserva el calor. No me hacen caso. Tal vez si alguno de mis hijos dijera lo mismo acerca de la taza si lo escucharían, su voz seguramente seria más enérgica y limpia, 
no como la mía que se cansa con las vocales y convierte las eses en un silbido molesto.
Aquí desde la ventana me parece poder tocarlos a todos, sentir el olor de sus pieles limpias y sus cabellos suaves; aquí desde donde estoy los imagino a todos en una gran montaña donde cantan y ríen, o en un árbol sentados, esperando a que caiga la primera naranja para saltar sobre ella y devorarla.
¡Son tan hermosos mis hijos!
Aquí dentro el aire es caliente y se puede salir a caminar de noche, tal vez muchos de ellos viven en lugares demasiado fríos y se aburren los viernes por que llueve y no pueden salir. 
Creo que los quiero demasiado. 
Aquí sentada, en el borde gris de mi ventana, hastiada de la vida entera y de la limonaria, siento que son lo único bueno de mí: ellos, allá afuera. Después de todo mi ventana es pequeña, pero el mundo es grande y algunas veces bonito. Puede que de vez en cuando les agrade. ¡Ojala que algo les agrade! Yo en cambio ya no me preocupo por eso, ahora llevo otra vida aquí dentro, donde esas cosas no son indispensables. Aquí solo me preocupo por tener una taza pequeña, un cigarrillo de vez en cuando y la ventana abierta para poder sentarme en el borde a pensar en ellos.

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