Ser y no ser,
pensar
y no pensar.
Tener
las piernas como rollos y mirarlos desde arriba,
intentando
creerse que eso que está abajo no es de uno.
Estar.
Tener
opiniones, o no tenerlas.
Hablar
con uno mismo en la ducha, o en las tardes calladas de domingo.
Ser,
estar.
Pasearse
por la habitación soltando pequeñas frases inconexas,
como si
eso fuese a calmar la pena que producen las acciones propias en retrospectiva.
Sollozar,
rascarse, dormir, respirar.
Reírse
de uno mismo y de su falta de memoria,
de la
cara que debió haber puesto cuando pasó “TODO” eso.
Planear
venganzas detalladamente.
Repasar
libretos mentales de lo que diría, de lo que debió haber dicho,
de lo
que sucedería si me encontrase con.
"Fracasar"
con todo el ímpetu del mundo
y
después encerrarse un mes, dos, tres…
saliendo
solo para beber o comer,
o para
dañarle la fiesta a alguien tan solo con la incomoda presencia.
Creerse
capaz de eso, saberse capaz de
eso, y
aún así ser nadie, ser nada,
y
bailar en toalla saliendo de la ducha.
Vestirse
sin cerrar las persianas, no por exhibicionismo, no por vanidad:
por
pura y mundana pereza.
Quedarse
despierto y no escribir una sola palabra más allá de estas palabras.
Existir.
Vivir, así no más: sin glamour. Sin tanto brillo.
Vivir, así no más: sin glamour. Sin tanto brillo.