29/6/11

Reza hija, reza.
Ora por ti que estás perdida,
por mi que estoy ausente.
Pide por el mundo que se desmorona,
por el tedio que te envuelve,
por la pereza que te corroe.
Clama a gritos por la emoción, el vértigo.
Ponte de rodillas y ruega por el abismo,
por la negrura del vacío,
por el eco de lo no habitado,
y por el firme valor –que no posees-
de por fin reunir la fuerza para dar el salto.
El problema son mis genes,
inestables,
intranquilos,
detestables pequeños traicioneros que me devuelven a este punto
un día, todos los días.
El problema no soy yo,
padre, madre, mundo.
El problema es toda esta mierda que vive en mi,
y que parece no querer terminar de abandonarme.
Estoy buscando respuestas
en los libros de poesía,
en otras personas,
en la luz de la tarde, repleta de hastíos y de sombras.
Camino hacia ellas con las manos ensangrentadas de preguntas
esperando que sean las correctas,
rezando para no tener que desandar lo caminado,
pidiendo entre dientes que el final de esto que escribo me revele, por fin,
el sentido de todo aquello que en el momento se me escapa.